martes, 10 de marzo de 2009

Revelaciones...

El domingo subí hasta el cielo, pudiendo casi tocar las nubes. Tal vez por eso ayer sentí al hablarte que bajaba a los infiernos, pero no es tan grave, es solo contraste.

Al ascender por la ladera del volcán de Guatavita, me di cuenta de que la única manera de alcanzar la cima era hacerlo sola. La compañía resultaba en ese momento un obstáculo. Se obligaban a esperarme o intentaban que siguiera su ritmo.

Hay experiencias que no son ni la mitad de hermosas si uno no las comparte, pero otras de nada sirven si no las vives sola, enfrentándote contigo misma.

Así que comencé a quedarme sola, justo entre los que subían con ventaja y los que pareciera que no pudiesen terminar de subir nunca. Y entonces pude ver, comprender y sentirlo todo. Pude oler la yerba, sentir el suelo bajo mis pies, el dolor producido por el esfuerzo y el sol abrasador, el sudor contra el viento frío y la belleza sencilla del paisaje. A veces descansaba con otros excursionistas y compartía unos segundos de mi solitaria caminata, para volver a ponerme en marcha, sin prisa y a mi ritmo, por mi misma, y sin ninguna meta u obligación, tan solo la de llegar por llegar.

Y cuando alcancé la cima me sentí bien conmigo misma, libre y tranquila, a pesar del agotamiento y la sed, ya que toda recompensa exige un sacrificio. Y cuando por fin me sentí realizada, me reuní con mis amigos para compartir la meta, y también el camino, ya que el suyo había sido distinto, más rápido y en grupo, tal vez menos sufrido.

Y la subida solitaria tuvo consecuencias positivas mucho antes de lo que imaginé: no tuve miedo de comer una fruta silvestre solo para calmar la sed, ni sentí inseguridad en el descenso, el cual hice trotando alegre e incluso lo suficiente segura como para ayudar a otros que si sentían miedo.

Y también ocurrió que sentí la necesidad de ver este viaje como esa escalada de descubrimiento solitario y lucha interior, y aunque ahora duela, y aunque sé que para ti no es justo, también sé que cuando llegue a la cima, miraré abajo recordando cada paso, cada lágrima y cada cosa que aprendí por el camino, y entonces lo compartiré contigo, si es que tú quieres aún escucharme y hablar de ti, de mi, de los dos...








































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