lunes, 23 de febrero de 2009

Bardo y Soacha

Hoy os voy a hablar de dos lugares llenos de vida pero muy muy distintos que hemos conocido en los ultimos dias.

El primero es Bardo, aunque en primer lugar voy a hablar de Soacha, el lugar que hemos visitado hoy para ver si queremos hacer alli la prácticas. Desde luego, el día no ha tenido desperdicio. Ha sido la primera vez desde que llegamos que hemos visto cosas distintas, pero distintas de verdad.

Soacha es un municipio a las afueras de Bogotá, compuesto basicamente por Chabolas e invasiones (casas construidas ilegalmente) en la que viven personas de todo tipo, generalmente de clase muy muy baja y en gran parte desplazados internos (los desencadenantes de nuestra visita alli)

Nos acompañó johana, una chica rechévere que ya acabó la carrera e hizo sus prácticas y su tesis en Soacha. Una de las cosas que más me sorprendio de ella, además de su inteligencia y su gran vocación, fue que está casada y tiene un hijo. Pues bien, despues de cruzar toda la ciudad en transmilenio, tuvimos que coger una buseta, que digamos es un autobus un tanto peculiar: de estos que se ven en las peliculas en los que la gente va una encima de otra,con gallinas, niños, perros o lo que se pueda uno imaginar, sin suspensión, con un conductor que va como loco y que no cierra la puerta cuando se pone en marcha, que frena de golpe cuando alguien se lo pide, etc. Pues lo mejor fue el carril de tierra y piedras por el que subimos con él, hasta llegar a una zona empinada, donde nos bajamos, para continuar andando, o más bien trepando, hacia el barrio de la isla, pasando al lado de montones de basura, perros callejeros y personajes de lo más bariopinto. Trás una buena caminata entre la tierra, las piedras y la arena, conseguimos llegar a nuestro primer destino, "La casa de los derechos", el lugar donde se recibe a los desplazados para hacer el registro, ayudarles en alguna manera que sea posible, orientarles, prestar atención juridica, psicológica y social, hacer talleres....y cualquier cosa que se presente. Lo mejor es que está en convenio con ACNUR (alto comisionado de las naciones unidas para los refugiados) que tambien tiene una sede enfrente, y con los cuales yo nunca creí que podría entrar en contacto, o mucho menos trabajar con ellos, hasta dentro de muchos años.

Despues de la Casa de Derechos, cogimos otra buseta que nos llevó a un lugar más centrico de Soacha, donde se encuentra el UAO (unidad de atención y orientación o acción social) donde se hace una labor parecida, pero quizas más burocrática o menos humana, ya que al dia van alli cientos de personas reclamando su inscripción como desplazados, sus derechos, y mil cosas más. Vimos gente de todo tipo esperando pacientes una respuesta que tal vez ya sabian de antemano que era negativa bajo el sol del mediodia. Tal vez este sitio no nos gustó tanto como el otro en el sentido de que era menos humano, pero he de reconocer que sería fascinante conocer tantas historias de desplazados.

Aún no hemos decidido muy bien, dado que el sitio más chevere(el primero) está en la zona más peligrosa, y que aún tenemos que ir mañana a Yo Mujer, una asociación de mujeres desplazadas que si se encuentra dentro de Bogotá.

Pero aún asi, aunque no hagamos alli las prácticas, ha sido una experiencia inolvidable, desde el autobús a la visión de todas esas casas y personas desamparadas, con las que aun queda tanto por hacer y por las que no demasiada gente se preocupa. En fin, no he sabido ni puedo expresarlo de una manera adecuada, pues yo aún estoy impactada, pero pongo un par de fotos para que os hagais una idea.

Calles de Soacha






















Cambio radical. Bardo es un bar que descubrimos por casualidad,el sabado buscando un ciber, justo cruzando nuestra calle. Lo anuncia un cartel de neon en el que se lee Bar Teatro, y en el escaparate, entre varias obras de arte, me llamó la atención una guitarra convertida en tocadiscos con varios nombres grabados, entre ellos el de Serrat, lo cual me chocó un poco. Pero una vez dentro, cuando empezó a sonar Loquillo con su viejo cadillac, me di cuenta de que habia encontrado mi dorado particular de la vida bohemia bogotana. Comencé a hablar con el dueño, Marco, que estudió en Madrid y Barcelona teatro, y que vivió alli la movida madrileña, de la que es un gran amante, y casi sin darnos cuenta, empezaron a llegarnos una cerveza trás otra sin poder acabar la primera, y a sonar canciones que yo bien conocia. Tambien me intentó enseñar Chirli, una profesora de baile cuyo nombre nos resulta tan obsceno como a todos los colombianos el mio (Mamen), a bailar salsa y no se qué más, pero entre mi falta de ritmo, arte y coordinación, decidimos bailar sevillanas, que asi nadie sabia si lo haciamos bien o no.
Acabamos mucho despues de que se cerrara el bar, hablando de cine español y alternativo (basicamente hablamos marco y yo), y nos fuimos a las 4.30 de la mañana habiendo pagado solo una ronda.
Pero lo mejor fue ayer. Nos habian invitado a un concierto de versiones con piano que daba Katerina, la chica del gorro peruano, a las 6, algo asi como los domingos bastardos o toque de angelus. Cuando llegamos, a las 6.30, no habia piano ni concierto por ningun lado, porque la artista habia sido castigada a no tocar por dejar tirado al dueño del piano 3 horas. Nos recibió un gran abrazo de marco, que me presentó a toda la gente que habia alli. Pues bueno, de repente, se cerró la puerta al publico y nos permitieron fumar dentro, algo prohibido en todos los lugares públicos, y antes de darnos cuenta estabamos en un concierto privado de guitarra y canciones de Fito Paez, y al igual que el dia anterior, no paraban de llegar a nuestra mesa cervezas que nunca se nos cobraban. Pero ahí no queda la cosa, lo mejor fue cuando al final del concierto Caterina me dió las gracias, porque Marco la habia dejado tocar solo porque habiamos ido Tamara y yo.
Realmente, no entiendo que nos hace ser tan especiales para que todo el mundo nos trate asi, pero a mi esto de sentirme como una neocolonizadora, como dice Camilo, no me hace especialmente feliz. Aún asi, disfrutamos mucho alli, y creo que ese sitio se va a convertir en el segundo salón de nuestra casa.
Un beso bohemio y desplazado.














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